Un nene de 5 años se tragó una pila de reloj que quedó atascada en su garganta durante más de un mes y se salvó de morir porque la batería estaba envuelta en cinta aisladora, evitando su corrosión.
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Luke McMillan, un nene de Arizona, Estados Unidos, sufría de extrañas infecciones de oído, que eran visibles ya que a menudo se frotaba las orejas. Fue su madre, Erica, quien la llevó a una consulta médica, donde le diagnosticaron otitis y le recetaron antibióticos.
Si bien Luke parecía estar mejorando, el niño tenía problemas para tragar alimentos sólidos, que vomitaba sistemáticamente. Fue así que sus padres decidieron cambiar su dieta para darle únicamente líquidos y asegurarse que comiera.
“Simplemente asumimos que era un efecto secundario porque ya lo había hecho antes”, contó Erica, sin imaginarse el real motivo de sus malestares, que siguieran cuando terminó su ciclo de antibióticos.
Una segunda visita al médico le dio como respuesta que se podría tratar de un problema de reflujo, pero la mujer ya no estaba convencida de lo que le decían en el consultorio.
Fue así que lo llevó a otro pediatra, quien le hizo una radiografía de tórax, descubriendo el cuerpo extraño.
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Lo que descubrieron los médicos
“Les vi poner una mirada extraña”, contó la madre, a quien le preguntaron si Luke se había tragado una moneda o usaba collar con un botón. Al contestar por la negativa, los médicos lo trasladaron de urgencia al hospital más cercano.
“(Los médicos) decían, ‘no hay forma de que sea una pila porque comienzan a corroerse en tan solo dos horas’”, prosiguió Erica, agregando que le recomendaron una cirugía completa porque si no, iba a ser muy difícil extraer ese objeto metálico.
Tras una hora de intervención quirúrgica, uno de los médicos le contó a los padres que habían encontrado una batería de litio pegada en el interior del esófago de Luke, y que el niño seguía vivo porque la pila estaba envuelta por cinta aisladora, lo que evitó la corrosión.
La madre del niño contó que se está recuperando, que le van a reparar el esófago, pero que, después de seis meses, podía ingerir una banana por primera vez.
