Kirsty Bryant es una joven australiana de 30 años, mamá de un nene, que había pensado en tener un segundo hijo, pero los médicos le habían anticipado que iba a ser imposible. Sin embargo, los expertos no tuvieron en cuenta que, desde 2012, es posible injertarse un útero, lo que permite quedar embarazada por más que el cuerpo ya no sea capaz de ello.
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Kirsty no lo dudó ni un instante, por lo que le pidió a Michelle, su madre de 54 años, si podía donarle su útero. La mujer reconoció que se sorprendió mucho cuando su hija le hizo ese pedido por teléfono. “¿En serio que esto es posible?”, le preguntó, según lo publicado por el diario Metro.
Pero luego, la mamá no tardó mucho en tomar la decisión: “Ella no es solo mi hija, es mi mejor amiga y haría cualquier cosa con tal de ayudarla”.
Fue así que la pareja se trasladó hasta un hospital de Sidney donde la operación duró 16 horas, permitiendo a Kirsty ser mamá nuevamente. Los médicos tardaron 11 horas para retirar el útero de Michelle, y otras cinco horas para injertarlo en el cuerpo de la joven.
Desde entonces, Kirsty explicó que se recuperó de la intervención quirúrgica y que, además, está embarazada de siete semanas de su segundo hijo.
Un embarazo distinto a los demás
La felicidad de la joven es total tras el acto de amor de su madre: “Es tan maravilloso que mi cuerpo sea capaz de esto y que mi mamá me haya hecho este regalo”.
Por eso, el parto no va a ser como los demás, ya que el útero no posee conexiones nerviosas con el resto del cuerpo: Kirsty deberá someterse a una césarea para dar a luz a su bebé de 37 semanas.
