Shereen-Fay Griffin, una británica de 38 años que vive en Londres jamás se imaginó la pesadilla que iba a vivir por querer refrescarse en la pileta tras un día de calor. Es que, 48 horas más tarde, le empezó a picar el ojo, a lo que no le dio la suficiente importancia que debía y que la terminó dejando ciega.
Si bien finalizó consultando a su médico de cabecera, este le recetó unas gotas con antibiótico que no le calmaron la irritación y picazón del ojo. Pero como no lograba frenarse, el médico la derivó con un oftalmólogo, quien diagnosticó una infección ocular.
“Me dolía el ojo, me picaba y me picaba. Me pesaba el párpado y me sentía sin energías”, contó Shereen, y agregó: “También me lavé la cara en casa por la mañana y por la noche”.
“Sentía un dolor continuo en el ojo y parecía no estar bien, pero podía seguir haciendo vida normal”, explicó, tras contar que el especialista le recetó unas gotas antibacterianas al ver que su irritación no cesaba.
Ciega de un ojo
Pero, dos meses después, la irritación que no se iba mutó a un dolor que ella misma describió como “el más insoportable” de su vida.
Fue ahí que los médicos le confirmaron que tenía una infección ocular provocada por un parásito carnívoro que habita en el agua. En el hospital al que fue, le diagnosticaron queratitis por acanthamoeba, una extraña infección que inicia con una ulceración de la córnea y que puede provocar casos de ceguera muy graves. Además, le explicaron que se trataba de un parásito carnívoro que se resistía mucho al tratamiento.
“Estuve postrada en cama durante tres semanas, en casa durante cuatro y no pude trabajar por cinco meses en total”, contó. Griffin finalmente perdió totalmente la visión del ojo izquierdo y aún sufre de un dolor extremo.
“Solo recuperaré la vista si acepto un trasplante de córnea que puede no funcionar, por eso, necesito un milagro”, contó, visiblemente angustiada.
