Frank Tavares es un dominicano de 73 años que vivió 22 años en dos conventos de Santo Domingo, la capital de la República Dominicana. Tras la muerte de sus padres en un accidente de tránsito cuando él tenía 4 años, el niño fue criado por las monjas de un monasterio, ayudado por una malformación genital de nacimiento que hizo que confundieran su identidad. Esto le permitió hacerse pasar por novicia, adoptando la identidad de Sor Margarita.
Fue así que Tavares fue tratado como una monja más durante más de dos décadas, y recién cuando tenía 7 años se dio cuenta que era un hombre, pero decidió no revelar su verdadero sexo, ya que se sentía contenido en ese lugar, además de haberse acostumbrado a vestirse como mujer, tanto en los hábitos como en la ropa interior.
“Yo nunca me bañé ni me desnudé enfrente de ellas, me iba para un bañito, yo usaba pantis estilo calzoncillo, yo fingía el periodo menstrual, usaba vestidos grandes”, contó el hombre en una entrevista.
Durante su tiempo en los conventos, Frank mantuvo relaciones íntimas con otras novicias hasta que una de ellas quedó embarazada. Y, al sospechar las madres superioras de Tavares, ellas mismas decidieron trasladarla a otro monasterio, donde conoció a Sor Silvia, quien se convertiría en el amor de su vida.
“De la que yo más me enamoré, Silvia, ella me perseguía todo el tiempo allá abajo en el convento. Respetamos ese lugar, porque nosotros ya sabíamos que esa era una casa sagrada de Dios. Todo pasó en una experiencia por fuera del convento, luego, se corrió la voz”, siguió con su relato.

La falsa monja es descubierta
El peso de mantener su doble identidad durante tanto tiempo, junto con las sospechas que crecían puertas adentro del convento hicieron que el hombre finalmente fuera descubierto, por lo que terminó siendo expulsado en 1979.
“Yo estaba en el noviciado, pero yo me sentía como un traicionero que estaba engañando a aquellas religiosas que fueron tan buenas conmigo. Ya nosotros estábamos completamente enamorados y tampoco aguantaba estar bajo este engaño con un hábito”, siguió con su relato.
Una vez recuperada su verdadera identidad, Silvia le comunicó que estaba embarazada de un hijo suyo, pero luego ella decidió separarse de él definitivamente. Y, una vez regresado a la vida fuera del noviciado, Tavares trabajó como costurero, actividad que aprendió en el convento y que mantiene hasta el día de hoy.
