Francisco fue un Papa que rompió moldes. Desde el día que asomó al balcón del Vaticano en 2013 hasta su último suspiro este lunes, vivió su vida como la predicaba: con humildad, coherencia y cercanía a los fieles. Y en ese mismo tono, su despedida también será distinta.
En vida, Jorge Mario Bergoglio dejó instrucciones precisas para que su funeral fuera todo menos fastuoso posible. Nada de ataúdes de plomo ni ceremonias opulentas. Solo un cajón de madera, una misa sencilla y descanso eterno en un rincón de Roma que llevaba en el corazón.
El Vaticano confirmó que el cuerpo del papa Francisco será expuesto a los fieles en la Basílica de San Pedro, sin catafalco ni báculo papal, en un ataúd abierto y simple. Luego, será trasladado a la Basílica de Santa María la Mayor, donde descansará para siempre. Esta elección marca un quiebre con la tradición vaticana, ya que desde hace más de un siglo los pontífices eran sepultados en la cripta de San Pedro.

El Papa que se animó a cambiar lo establecido
El Papa que renunció al Palacio Apostólico para vivir en una modesta residencia, que eligió zapatos comunes en vez de los rojos tradicionales y que jamás buscó tronos ni títulos grandilocuentes, también quiso que su despedida hablara de su visión de Iglesia: más sencilla, más humana, más cerca del pueblo.
A fines de 2023, Francisco promovió una revisión profunda del protocolo para los funerales papales. Lo hizo a través de una nueva edición del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, una suerte de manual ceremonial que define cómo debe ser la despedida de un Papa.
Los cambios fueron simbólicos y radicales. Se eliminó el triple ataúd tradicional por uno único de madera con interior de zinc. La constatación de la muerte ya no se realiza en el cuarto del pontífice, sino en su capilla privada. Y se dejó de lado la figura de la Cámara Apostólica, un grupo de eclesiásticos que hasta ahora asistía al cardenal camarlengo durante la transición papal.
Estas modificaciones buscaban recordar que el Papa no es un jefe de Estado rodeado de símbolos de poder, sino más bien un discípulo de Cristo.

La decisión de Francisco de descansar en la Basílica de Santa María la Mayor tampoco fue improvisada. Durante su pontificado, solía visitar este templo antes y después de cada viaje apostólico. “Ese lugar ya está preparado. Siento un gran vínculo con esa iglesia”, dijo en una entrevista tiempo atrás.