Una historiadora de la Universidad de Cambridge desenterró del olvido un objeto que parece salido de una serie de ciencia ficción: un astrolabio de más de mil años de antigüedad, repleto de inscripciones en árabe y hebreo, que fue bautizado como “el smartphone de la Edad Media”. El hallazgo no solo impactó por su estado de conservación, sino también por lo que representa: un símbolo del diálogo entre culturas y religiones que marcaron el pulso del conocimiento en épocas pasadas.
La encargada de este hallazgo fue Federica Gigante, investigadora de Cambridge, quien encontró el antiguo dispositivo en el Museo Miniscalchi-Erizzo de Verona, al norte de Italia. Aunque durante años había permanecido en la colección sin mayor atención, la historiadora lo identificó como una herramienta única de navegación astronómica: un astrolabio.
Lo que sorprendió a la comunidad científica no fue solo su antigüedad sino también las capas de inscripciones que evidencian un proceso de adaptación y traducción entre distintas culturas. Desde inscripciones árabes originales hasta modificaciones posteriores en hebreo, el objeto se transformó en una especie de “app multitarea” del pasado, como lo definió la propia Gigante y hay quienes hoy lo bautizaron como el “celular de Dios”.
El astrolabio, ¿un precursor del smartphone?
Mucho antes de que Apple o Samsung existieran, los astrolabios eran las herramientas de “alta tecnología” que usaban los sabios para medir la posición de las estrellas, estimar distancias celestes e incluso ubicar la dirección de la Meca para los rezos islámicos. Este dispositivo también fue clave para medir el paso del tiempo, calcular eclipses y planificar viajes.
Gigante explicó que cada adaptación del astrolabio se asemeja a la instalación de una aplicación en un celular moderno. Este “celular de Dios” es una pieza tangible del intercambio entre el mundo islámico y la tradición judía, en tiempos donde el conocimiento no entendía de fronteras. Las inscripciones evidencian que el dispositivo fue utilizado, modificado y reinterpretado por distintas comunidades durante siglos, lo que confirma que la ciencia fue un puente entre pueblos más allá de sus creencias religiosas.
“Es como si varias civilizaciones hubieran dejado su firma en una misma herramienta. El astrolabio viajaba, evolucionaba y aprendía”, señaló la historiadora. Este increíble hallazgo reabre el debate sobre cuánto de lo que hoy consideramos innovación es, en realidad, una evolución de saberes ancestrales.
