Ventilar los ambientes del hogar, incluso en pleno invierno y con temperaturas cercanas a cero, es una práctica cotidiana que divide opiniones. Quienes lo hacen, suelen dar argumentos de limpieza y renovación energética. Pero, ¿qué dice la ciencia?
Según la bióloga María Dolores Cima Cabal, directora del Máster en Gestión del Ambiente y Energía en la Universidad Internacional de La Rioja (España), ventilar es una práctica saludable. “Abrir las ventanas permite reducir la acumulación de dióxido de carbono que se genera durante la noche y eliminar compuestos químicos presentes en el aire interior, muchos de ellos procedentes de productos de limpieza o materiales de decoración”, explica. También se reducen los niveles de humedad y el riesgo de aparición de moho, un enemigo silencioso que puede afectar la salud respiratoria.
Uno de los principales cuestionamientos sobre ventilar en invierno es el riesgo de introducir partículas, alérgenos o microorganismos del exterior. Al respecto, el microbiólogo Estanislao Nistal, profesor de la Universidad CEU San Pablo de Madrid, relativiza los temores: “La mayoría de los microorganismos que ingresan con la ventilación natural son inofensivos. Incluso, forman parte del ecosistema natural con el que el sistema inmunológico humano ya convive habitualmente”.
Además, destaca que el aire interior suele ser más contaminado que el exterior, sobre todo si el hogar no se ventila adecuadamente: “El aire cerrado puede concentrar compuestos volátiles nocivos, malos olores y partículas suspendidas, por lo que renovarlo es fundamental”.
¿Cuánto tiempo y en qué momento del día es recomendable ventilar?
Según coinciden los especialistas, el tiempo ideal de ventilación en invierno es de entre 10 y 20 minutos por día. “Ese intervalo es suficiente para renovar el aire sin que se pierda demasiado calor acumulado”, señala Cima Cabal.
En cuanto al momento del día, lo mejor es hacerlo a primera hora de la mañana, cuando la concentración de contaminantes en el aire exterior suele ser menor.
“Aun si no compartimos espacios con otras personas, el aire se satura igualmente por nuestras actividades cotidianas: cocinar, ducharnos, limpiar. Todas estas acciones liberan humedad y sustancias que contaminan el ambiente”, advierte Nistal. Por lo tanto, la ventilación sigue siendo una práctica esencial, incluso si el hogar lo habita una sola persona.
