Ese pequeño “shock” que a veces sentimos al rozar a otra persona o al tocar una manija metálica en invierno no es un misterio sobrenatural. Lejos de ser una señal esotérica o una conexión energética “especial”, la ciencia ya tiene muy claro de qué se trata: electricidad estática. Un fenómeno físico completamente natural que se produce por un simple desequilibrio entre cargas eléctricas.
La electricidad estática aparece cuando se acumulan cargas eléctricas en la superficie del cuerpo o de un objeto. Esto ocurre, por ejemplo, cuando caminamos con medias sobre una alfombra, cuando nos ponemos o sacamos una prenda sintética o cuando el pelo roza con un gorro. En todos estos casos, los electrones se transfieren de un material a otro, generando un desequilibrio. El cuerpo queda cargado eléctricamente hasta que luego se descarga.
Y ahí es donde aparece la famosa “corriente”. Cuando una persona cargada toca a otra o a un objeto metálico, los electrones buscan equilibrarse. El flujo rápido de estas cargas es lo que produce ese chispazo que tanto sorprende.
¿Por qué pasa más en invierno?
El aire frío y seco es el escenario ideal para que este fenómeno se manifieste con más fuerza. En verano, el aire húmedo ayuda a dispersar la electricidad estática, pero en invierno, la baja humedad hace que la carga se acumule con facilidad. De ahí que en los días más fríos, esos toques eléctricos se vuelvan más comunes.
Según estudios citados por publicaciones como UsefulBS, la electricidad estática se vuelve casi inevitable cuando usamos ropa de materiales sintéticos como poliéster o lana, que favorecen la acumulación de carga.
La sensación es breve, similar a una pinchadura o a una quemadura diminuta. La descarga puede generar un mini arco eléctrico que incluso llega a verse y oírse. El voltaje de esas chispas puede alcanzar hasta 25.000 voltios, pero la energía involucrada es mínima. Por eso, aunque suene impactante, no representa un peligro real para la salud.
