En medio del invierno, cuando el frío se hace sentir con fuerza y las heladas parecen inevitables, un pequeño milagro climático sorprende a buena parte del país: el Veranito de San Juan. Se trata de un fenómeno que rompe con la lógica estacional y regala unos días de sol pleno y temperaturas atípicamente cálidas para julio.
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Este fenómeno se presenta como una interrupción temporaria del típico clima invernal. En vez del cielo nublado, la humedad constante y las mínimas bajo cero, durante este período se disfruta de cielos despejados, sol radiante y máximas que incluso pueden rozar los 25°C o más, especialmente en el centro y norte del país.
Para muchos, es un respiro inesperado, una ventana para disfrutar actividades al aire libre o simplemente un alivio del abrigo obligatorio. Pero, aunque popularmente se lo asocia al 24 de junio, fecha en que se celebra el Día de San Juan Bautista, en la Argentina suele manifestarse con mayor fuerza recién en julio, como está ocurriendo ahora.
¿Por qué este fenómeno climático se llama “de San Juan”?
El nombre tiene un origen cultural: coincide con el período posterior al solsticio de invierno, que marca el día más corto del año. En muchas tradiciones rurales de América Latina, ese cambio de estación es visto como el inicio simbólico de un nuevo ciclo, y cualquier anomalía climática cálida en ese contexto se asocia con San Juan. La fiesta, el fuego y el sol siempre han estado ligados a su figura.
En la práctica, el veranito no respeta fechas exactas, pero se repite con cierta regularidad entre fines de junio y mediados de julio.
Lejos del misticismo, el Veranito de San Juan tiene una explicación meteorológica concreta. Lo que ocurre es la llegada de una dorsal cálida, una zona de alta presión atmosférica que se instala sobre el país. Este fenómeno bloquea el avance de los frentes fríos provenientes del sur y crea un microclima más estable, seco y templado.
No es un fenómeno exclusivo de Argentina, ya que también se registra en otras partes del hemisferio sur, como Uruguay, Chile y el sur de Brasil.
Más allá de los tecnicismos, este “mini verano” tiene una carga emocional especial. Llega justo cuando el invierno empieza a hacerse pesado, y coincide muchas veces con el Día del Amigo, lo que lo convierte en el contexto perfecto para reuniones, salidas o escapadas de fin de semana.
