El abominable crimen de Mireya Agraz a sus tres hijos envenenándolos con leche chocolatada para evitar que fueran con el padre acusado de abusador todavía causa conmoción en México, por más que ya pasaron ocho años del terrible asesinato.
El caso tomó estado público en junio de 2017, cuando hallaron los cuerpos de los tres menores y de su mamá, que se había quitado la vida tras asesinarlos en su casa ubicada en las afueras de Ciudad de México.
Pero antes, Mireya se había casado en 2005 con el que se suponía era el amor de su vida, Leopoldo Olvera, un abogado con el que tuvieron en 2007 a su primer hijo, Emiliano, y en 2010 a dos gemelas.
Fue ahí que la mujer empezó a sospechar que su hijo era abusado por su esposo, tras una consulta con una psicóloga y un proctólogo por problemas de conducta y una hipersensibilidad en la región anal. Un año más tarde, Mireya denunció a Leopoldo en la Justicia, lo que provocó su separación, pero la causa nunca prosperó y, en cambio, hizo que el padre pidiera la custodia de sus hijos.
La terrible decisión de matar a sus tres hijos
Sin embargo, en 2014 la pareja se reconcilió y, en un viaje todos juntos a Disney, las gemelas le dijeron a la mamá que ellas también eran abusadas por su papá. Esto disparó nuevas denuncias de la mujer, sin lograr resultado alguno.
Pero lo que fue peor es que el contraataque de Olvera logró que la Justicia pidiera pericias psicológicas para Agraz, quien fue diagnosticada como enferma mental y aceleró el proceso para entregarle la tenencia al padre.

Esto llevó a Mireya a considerar la posibilidad de matar a sus hijos antes que entregárselos a quien ella creía que era un abusador, por más que la Justicia jamás logró determinarlo. Y, para ello, hizo que sus propios padres, los abuelos de los nenes, también participaran del suicidio colectivo tomando todos antidepresivos. Finalmente, solo la abuela logró salvarse cuando encontraron todos los cuerpos, al ser llevada de urgencia a un hospital donde le hicieron un lavaje de estómago.
En la sociedad mexicana siempre quedó la polémica de si Mireya tenía razón y Leopoldo era un abusador, o si fue todo fruto de su desequilibrio psíquico. Hoy, Leopoldo Olvera sigue trabajando en un estudio de abogados de la Ciudad de México.
