Hallan una enzima cerebral clave que controla el deseo sexual en los hombres. Un grupo de científicos ha descubierto que el deseo sexual masculino se encuentra en regiones específicas del tejido cerebral. Es así como los resultados arrojados por este novedoso estudio podrían conducir a un control deliberado de la sexualidad masculina, que hoy día es afectada por numerosos factores externos.
Esta enzima cerebral se llama “aromatasa”, y es la encargada de transformar la testosterona en estradiol. Este último es un tipo de estrógeno con relevancia para el control de la función reproductiva en ambos sexos.
Los investigadores del Frederick National Laboratory for Cancer Research, en el Estado de Maryland, y el Laboratorio Northwestern Medicine, de Illinois (ambos en Estados Unidos), cultivaron ratones machos que carecían de la enzima para así determinar cómo la aromatasa cerebral influye en la actividad sexual masculina.
En medio de unas estrictas condiciones de laboratorio, los animales redujeron su actividad sexual en un 50 por ciento, a pesar de tener en su sangre unos niveles de testosterona mucho más altos que otros roedores.
El doctor Serdar Bulun, quien es el científico principal de esta investigación, añadió que, en condiciones normales, los ratones machos siempre persiguen a las hembras en busca del acto sexual. Pero si se les elimina la aromatasa "su actividad sexual se reduce significativamente". Los ratones que no podían producir aromatasa en ninguna parte del cuerpo, incluido el cerebro, no mostraron actividad sexual en absoluto.
"Los ratones machos perdieron parcialmente el interés en el sexo. El estrógeno tiene funciones tanto en machos como en hembras. La testosterona tiene que convertirse en estrógeno para impulsar el deseo sexual en los hombres", aseveró uno de los autores del estudio, el doctor Hong Zhao.
Además, los investigadores presumen que sus hallazgos sugieren que "el comportamiento sexual puede modificarse mediante la inhibición o mejora de la actividad de la enzima cerebral aromatasa", lo que indica que este conocimiento podría conducir potencialmente a nuevos tratamientos para los trastornos del deseo sexual.
