Kylian Mbappé perseguía un sueño al iniciar la final del Mundial de Qatar contra la Argentina. Seguir la senda de Pelé, quien con tan solo 21 años, había salido campeón mundial por segunda vez consecutiva en el Mundial de Chile 1962, tras su consagración en Suecia 1958 con solo 17 años.
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Si el temible jugador de la selección francesa tenía casi 24 años el domingo contra la Albiceleste, es un detalle que no le preocupaba. Él quería replicar la hazaña del mejor jugador brasileño de la historia, y el mejor a secas para muchos.
Pero los planes del delantero del París Saint-Germain chocaron duramente contra la realidad que le planteó la Selección en un primer tiempo de ensueño para los argentinos, y de pesadilla para la escuadra gala.
Si al final de los primeros 45 minutos el marcador indicaba que Francia perdía por dos goles, la sensación en el estadio es que un equipo había literalmente “borrado” al contrario, e incluso algunos se animaban a hablar de “baile”, sin tener en cuenta que todavía faltaba mucho por jugar.
Por eso, la arenga de Mbappé en la intimidad del vestuario durante los 15 minutos de descanso sonó como un trueno entre muchas caras preocupadas. Es que él jamás iba a aceptar rendirse de esa manera, y así se lo hizo saber a sus compañeros.
La arenga de Kylian Mbappé
“Es una final del mundo. Un partido único. No se puede hacer peor de lo que lo hemos hecho. Vamos todos al campo, nos dejamos de tonterías, ponemos intensidad y hacemos las cosas diferente. Lo hecho hecho está, nos hicieron dos goles pero podemos remontar. Esto solo pasa cada cuatro años”, dijo Kylian.
Sin embargo, el que se mostró más fastidiado con el desarrollo del encuentro fue Didier Deschamps, el técnico francés: “Se los voy a decir sin molestarme. La diferencia es que ellos están jugando una puta final del Mundial y nosotros no”.
