Anoche, Alberto Samid se sometió a la decisión del "soberano público" de Bailando. Su contrincante en la votación telefónica, nada menos que Marcela Tauro, una de las más populares periodistas de espectáculos. Y el apoyo que no recibió del jurado, Samid lo encontró en los televidentes, quienes con el 56 por ciento de los votos, quisieron que Samid " siga" en el programa de Marcelo Tinelli.
Bailar, no baila. Tampoco hace humor, al menos no lo hace proponiéndoselo. El suyo no es un humor pensado, ensayado; un humor ligado a la creatividad y el talento como el de Fredy Villarreal o el de Martín "Campi" Campilongo. Enarbolando la bandera del más puro peronismo, el empresario ganadero llega a Bailando al grito de ¡Perón, Perón...! Y entonces, la pista se convierte en una feria de variedades.
Niños prodigio que tocan el acordeón, cuando no los violines; un asistente que le apunta cada "acto" de su caótico show con improvisados y rústicos carteles, hamburguesas recién hechas en un carrito estacionado en la puerta de Ideas del sur, entrega de plaquetas, discursos políticos y peleas. Todo es posible en el impredecible universo Samid.
Y con todo eso, aunque el jurado lo entierra con sus bajísimos puntajes, él sale ileso en la votación telefónica. De hecho, en el cuerpo a cuerpo, ya dejó afuera a Gladys Florimonte, primero, y a Marcela Tauro después ¿Pero qué tiene Samid para que el público lo banque tanto?
Quizás sea su autenticidad, lo caótico de su discurso o que, en el fondo, deja en evidencia la idiosincrasia argentina, esa que nos hermana a los íconos nacionales y populares: fútbol, asado, Perón, tango y folclore, vacaciones en Mar del Plata, mate y vino tinto.
