Pedro Troncoso era un puestero de 96 años que vivía junto a sus hijos, sus nietos y sus animales en el Paraje Yahuincolo, un lugar del interior de Neuquén que ni siquiera figura en Google Maps y donde viven tres familias. Pero los médicos no entienden cómo este anciano, que acaba de morir víctima del coronavirus, pudo contagiarse si nunca estuvo en contacto con otras personas.
Cuando fue llamado para atender al puestero, el médico Diego Riquelme tuvo que viajar 70 kilómetros desde la localidad de Las Coloradas (en el sudoeste de la provincia) por un camino de ripio en muy mal estado y atravesar dos arroyos. Al llegar, se encontró con que las casas eran de adobe y techos de chapa, sin señal de celular ni conexión a internet.
Fue el hijo quien llamó de urgencia desde una lomada para captar la señal y pedir que fueran a revisar a su padre, al que encontraron agitado y sin poder respirar. El diagnóstico fue coronavirus.
“Quedé asombrado porque se trata de un virus que se gestó del otro lado del mundo y terminó acá, en el medio de la nada. El recorrido fue inmenso. Era ver el resultado del test y no poder creerlo”, afirmó el médico, en diálogo con Infobae.
Y agregó: “Fue muy triste tener que sacarlo de su casa y meterlo en una ambulancia mientras sus nietitos lloraban. En el fondo, toda la familia sabía que iba a terminar mal porque era hipertenso, diabético y sufría EPOC”.
El hombre fue llevado al Hospital Ramón Carrillo de San Martín de los Andes, pero falleció el 21 de octubre, tres semanas después de haber contraído el virus.
“Él siempre estuvo despierto. Contaba que extrañaba a sus animales y preguntaba cuándo iba a volver para darles la comida. Y se dejó la boina puesta hasta el último día. Fue un paciente muy querido”, dijo Riquelme quien con sus colegas aún hoy se preguntan cómo pudo llegar el virus hasta la casa de este hombre en un paraje tan alejado del resto.
