En una época donde la tecnología pasó a ocupar un lugar central en nuestras vidas, la adicción a las pantallas se ha convertido en un problema creciente, afectando especialmente a los jóvenes. Nehuén compartió su dura experiencia con Telenoche sobre cómo esta adicción lo llevó a vivir encerrado en su propia casa, con depresión e insomnio. Su testimonio dejó en evidencia los efectos devastadores que puede tener el uso excesivo de dispositivos electrónicos.
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Al introducir el informe en Telenoche, Jason Mayne aseguró: “Estamos todo el día con el celular, es prácticamente inimaginable vivir sin él. Pero ¿cuáles son los efectos que tiene para el desarrollo, para la salud?”. Luego, se presentó el caso de Nehuen, quien relató cómo vivió por años con una adicción que no le permitía llevar una vida sana y que lo llevó a la depresión.
Una relación temprana con las pantallas: la pesadilla de Nehuén
Nehuén empezó a jugar videojuegos cuando tenía entre 7 y 8 años. Su primer contacto fue a través de un celular, con un juego llamado Nebulose. Lo que al principio parecía inofensivo y divertido pronto se transformó en una actividad que absorbía más y más de su tiempo. “Promedio seis a ocho horas diarias”, recordó el joven sobre su rutina frente a la pantalla. A medida que crecía, la situación empeoraba: “Entre los 14 y los 15 me di cuenta de que se había convertido en un vicio”.
El juego, al principio, ofrecía una satisfacción instantánea, una vía de escape de las responsabilidades del mundo real. Sin embargo, con el tiempo, Nehuén comenzó a notar que se alejaba de las actividades sociales y físicas. El deporte, que antes equilibraba su vida, quedó relegado, y la pantalla empezó a dominar su tiempo y energía.
A medida que Nehuén pasaba más tiempo frente a su celular, comenzó a experimentar cambios negativos en su salud mental. “Empecé a perder el interés por lo que estaba afuera, no tenía ganas de nada”, confesó. El joven también describió cómo la falta de sueño y el insomnio lo llevaron a pensamientos negativos constantes: “Llegué a estar tres días sin dormir”.
El impacto en su estado de ánimo fue igualmente preocupante. Su mamá, quien lo acompañó en el proceso, notó cómo la irritabilidad y el desinterés lo consumían: “Cuando no estaba con las pantallas, se bajoneaba, y si lo desconectaba de Internet, se quedaba en la cama sin hacer nada”.
El punto de inflexión para Nehuén y su adicción a las pantallas
La situación llegó a tal punto que Nehuén tomó una decisión drástica. Ingresó a un internado especializado, lo que marcó un antes y un después en su vida. “Estuve 24 días sin celular ni computadora. Meditaba, leía, hacía ejercicio”, relató sobre el proceso de recuperación. Durante ese tiempo, pudo reconectar con una vida fuera de las pantallas, reencontrarse consigo mismo y volver a disfrutar de actividades productivas.
El internado lo ayudó a ver el problema desde una nueva perspectiva: “La ayuda es importante. A veces no podés usar la lógica para salir de tu problema”, reflexionó. Hoy, Nehuén está en un lugar mucho mejor: terminó la secundaria y aprendió a manejar su relación con la tecnología. Sin embargo, reconoce que todavía hay días difíciles, aquellos en los que la apatía puede volver.
