“El fútbol atraviesa toda la Argentina y toda la sociedad”, arrancó diciendo Dominique Metzger en Telenoche, al presentar un informe que revela el costado menos visible del deporte más popular del país: partidos clandestinos de madrugada, apuestas millonarias y chicos menores de edad que, entre sueños de gloria y necesidades urgentes, se juegan la vida en una cancha de fútbol 5.
“No es exclusivo de las vacaciones de invierno. Esto lo grabamos con los chicos en clases y ocurre de lunes a lunes”, sumó Martin Ciccioli, autor del informe, quien describió la escena: “A las 2 de la mañana en 3 de febrero, cancha de fútbol, clubes de barrio. Te encontrás con chicos que son menores, que al otro día van al colegio”.
Fútbol entre menores, apuestas en la madrugada y fichajes en vivo
En el barrio de Churruca, partido de Tres de Febrero, se organizan partidos por plata entre equipos con nombres propios como El Rejunte de Ricky, y los encuentros pueden reunir sumas importantes en plena madrugada. “Yo me dedico a organizar campeonatos con tarjeta... y juego por guita. Por ahí te desafío mano a mano”, relató uno de los organizadores.
El sistema funciona casi como un casino informal. “Cuanto más tarde se hace, más plata se juega”, dijo uno de los apostadores. Las cifras impactan: “Pongo 100 mil, 200 mil por los pibes... y después se reparte el 50% para ellos”, contó otro hombre que apuesta por equipos juveniles.
Detrás de cada partido hay ojeadores, apuestas abiertas, y una red de vínculos entre organizadores, padres, clubes y chicos. Algunos jóvenes, que están en inferiores de clubes conocidos, reciben ofertas mientras juegan. “Te dan la tarjetita, te dicen ‘me interesa tu hijo’”, contó Maxi, un papá que acompaña a su hijo León en estos partidos. “La mayoría viene por necesidad, por la moneda”.
La escena también muestra un costado oscuro, riesgoso y desprotegido. “Cuando el árbitro se equivoca, a veces se arma”, reconoció uno de los jóvenes. Las tensiones aumentan cuando hay dinero en juego. “Te tenés que terminar agarrando a las piñas, y es al pedo”, dijo otro, resignado.
Ciccioli, en su relato, remarcó que muchos de los chicos que participan podrían tener un futuro profesional, señalando que hay pibes que hacen inferiores en clubes grandes o, incluso, algunos ya jugaron en la Sub-21.
La escena deja preguntas abiertas sobre la fina línea entre pasión y negocio, entre oportunidad y explotación.
