La psicología le presta atención incluso a actos aparentemente triviales que todos cometemos alguna vez, como empujar una puerta cuando dice “tire”. Este fenómeno tiene raíces en la forma en que nuestro cerebro procesa señales visuales, experiencias previas y automatismos adquiridos.
Uno de los principales motivos detrás de este error radica en lo que los expertos llaman mapas mentales. Estos conceptos se refieren a cómo interpretamos los objetos según su forma y función esperada. Si una puerta tiene una placa plana, nuestro cerebro asocia automáticamente ese diseño con el gesto de empujar, mientras que una manija o una barra sugiere tirar. Cuando el diseño físico no coincide con la instrucción escrita, se genera una disonancia que puede derivar en una acción incorrecta.
También, este comportamiento refleja un tipo de automatismo que desarrollamos con el tiempo. En situaciones cotidianas, solemos actuar de manera casi inconsciente, guiados por lo que hemos aprendido que “suele funcionar”. Si el 90% de las puertas que encontramos se empujan desde un lado y se tiran desde otro, lo más probable es que actuemos por inercia. En esos casos, el cartel pasa a un segundo plano y prima el hábito.
Por otro lado, también interviene la llamada ceguera al texto. Cuando estamos apurados o distraídos, nuestros sentidos priorizan la información visual más rápida de procesar, como la forma y posición del objeto, en lugar de detenernos a leer.
Qué significa para la psicología que una persona entre a un local por la puerta de salida
Desde la psicología, que una persona entre a un local por la puerta de salida aun cuando hay un cartel visible que lo indica revela cómo funciona la mente en situaciones cotidianas y automatizadas. Este tipo de comportamiento suele explicarse por el uso de atajos mentales o heurísticas: el cerebro busca resolver la acción de forma rápida y eficiente, sin detenerse a procesar toda la información disponible. Si la puerta está abierta, cerca o parece la opción más directa, la persona la elige aunque contradiga la señal. En ese momento, el cuerpo actúa antes que el pensamiento consciente, guiado por la percepción visual, la experiencia previa o incluso el apuro.
Este tipo de acciones también reflejan cómo el entorno físico puede condicionar el comportamiento. Cuando la disposición del espacio no refuerza lo que indican los carteles, es más probable que se produzcan errores como este. Es decir, no siempre es un “fallo” del individuo, sino una falta de coherencia entre lo que se ve, lo que se espera y lo que se debe hacer.
