Las cartas llegaban por cientos, y de todos los rincones del país. Consistían la chance de muchos de agradecerle a Diego por su magia dentro de las canchas y por tantas alegrías vividas. Y en cada carta leída en vivo en cada programa, afloraba la emoción de ambos, del remitente y del destinatario de las mismas. Un toque humano genuino, en medio de la vorágine de un show como nunca tuvo la televisión argentina.
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