“La gente decía acá no va a pasar eso. Y pasó. Llegaron los terroristas y los teníamos ahí nomás, en la calle”, explica la hermana María de Guadalupe, que se fue del país hace dieciocho años en una misión religiosa.
María de Guadalupe tiene 42 y los últimos cuatro vivió en Alepo, en Siria, donde la sorprendió la guerra. “Allá una madre cuando sale a comprar pan, se despide de su familia. No sabe si va a volver. Esto es guerra en plena ciudad. El bombardeo es permanente, de día y de noche. Con el terrorismo no hay guerra, es guerra sucia”, cuenta conmocionada.
La hermanita opina que “el tipo de violencia de ISIS, a ese nivel, tiene mucho de diabólico. Es una cosa tan inhumana y tan cruel que cuando vez que entierran niños vivos o los crucificaron porque estaban comiendo en el mes de ayuno… Ellos van y marcan las casas con la primera letra de la palabra Nazarenos, como llaman a los cristianos. Y después entran en las casas matando. Siempre ofrecen la posibilidad de salvar la vida convirtiéndose al Islam.”
“Muchas veces estuve cerca de la muerte. Uno compra en un supermercado y a los quince minutos le caen cuatro bombas”, reconocé María de Guadalupe.
“Entendí que esto es un llamado de Dios y me hace feliz estar cerca de quienes más me necesitan, aun cuando signifique tener a la muerte al lado”, cierra la monja argentina.
