Antonio no encuentra paz. El mayor de los Villalba llora la muerte de su hermano.
“Usted me decía que yo era cerrado, que era hermético, pero en realidad soy un cobarde con un miedo terrible de perder a la gente que quiere. Por eso me muestro parco, por eso me muestro así”, le confiesa Antonio a Julia.
La maestra lo desmiente: “Eso no es verdad. Mirame. Este último tiempo vos pudiste aflojar. La llegada de Agustín ayudó mucho para eso.”
“El me pedía que lo abrazara y yo no le di el lugar que se merecía él. Y ahora ya no puedo abrazarlo”, dice el mayor de los hermanos sin consuelo.
Ella le pide “no te castigues... Eso no es verdad. Usted hace mucho por todos. ¿Por qué se castiga así? ¿Por qué siente que nunca hace nada? ¿Por qué se echa culpas?”
Todo termina en un abrazo que los acerca como en otros tiempos. Ellos se suman a la última despedida del cajón.
Todo transcurre en calma hasta que Josefina irrumpe y dice “Antonio, hay algo que tengo para decir y todos lo tienen que saber...”
