El economista y mediático Carlos Maslatón sorprendió en las últimas horas al contar públicamente que está participando en un tratamiento médico para bajar de peso, por el que ya perdió más de 30 kilos. La noticia generó repercusión, y uno de los primeros en pronunciarse fue el doctor Alberto Cormillot, referente en nutrición y obesidad en la Argentina.
Durante una entrevista, Cormillot explicó que el método forma parte de una prueba clínica que ya cuenta con varios cientos de personas y que compara la efectividad de dos sustancias utilizadas para tratar la obesidad y la diabetes. “Me parece una buena idea”, afirmó, y agregó que los medicamentos en cuestión tienen respaldo: “Uno de ellos se viene usando desde hace mucho tiempo, el otro es más nuevo, pero también da buenos resultados”.
La advertencia de Cormillot: sin hábitos, no hay milagro
Más allá de su aprobación inicial, Cormillot fue contundente al marcar los límites del tratamiento: “La medicación ayuda mucho, pero no es todo”. En ese sentido, advirtió que muchas personas caen en el error de pensar que el medicamento reemplaza los cambios de hábitos. “El problema es que la gente cree que el medicamento es todo. Entonces no hace educación alimentaria, no hace actividad física”, explicó.
El médico remarcó que el abordaje integral sigue siendo la clave para lograr resultados sostenibles en el tiempo, especialmente en cuadros de obesidad, donde intervienen múltiples factores físicos, emocionales y sociales. “Yo, si tuviera que usarlo, lo usaría sin dudas”, confesó, pero aclaró que lo haría como parte de una estrategia más amplia, no como solución única.
Otro punto que Cormillot no dejó pasar es el económico. Los medicamentos que están en evaluación son altamente costosos y, por el momento, su acceso está limitado. “Hay un problema de accesibilidad, que eso se irá viendo cómo se resuelve”, advirtió.
En un país como Argentina, donde los tratamientos de salud muchas veces dependen del sistema público o de las coberturas parciales de las obras sociales, la posibilidad de acceder a fármacos de última generación suele ser un privilegio para pocos.