Esta es la solución para los que sienten una necesidad desesperada por descargar las tensiones y el estrés del día a día, sin buscar agredir a quienes los rodean y sin romper nada de valor en la oficina, la casa, el auto o la vía pública, para no empeorar las cosas. Se las conoce como “rage rooms” o “habitaciones de la ira” y sirven para destrozar todo lo que se encuentra adentro con una maza o también se puede lanzar un hacha, todo con tal de sentirse aliviado y desestresado.
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Con el mismo concepto que las salas de escape, donde hay que adivinar, en un límite de tiempo, varios acertijos para poder encontrar la salida, acá solo se ingresa para romper lo que se desee o, mejor dicho, se esté dispuesto a pagar. Porque la cantidad de objetos a destrozar define el costo de la experiencia.
Creado en Serbia, este servicio se popularizó muy rápido en aquellos países donde sus habitantes se ven obligados a experimentar fuertes tensiones permanentemente. Por eso se volvió un boom en Estados Unidos, una sociedad tan competitiva y estresada, donde la descarga resulta necesaria de manera cotidiana.
“Las ansiedades que llevan a las personas a visitar estos espacios son universales: dramas sentimentales, estrés laboral y problemas familiares. Pero, según los dueños de estos locales, un nuevo factor de estrés está llevando a la gente a las salas de rabia: la política”, explicaron en una nota en la revista “Vice” sobre el tema.
La experiencia en la Argentina
Fue así que estas salas también llegaron a la Argentina, donde existe una en el barrio de Belgrano. En “The Break Club”, los clientes pueden permanecer en una sala entre media hora y una hora, según la cantidad de cosas que quieran destrozar, ya sea solos o en pareja.
Allí, darse el gusto de romper un televisor (“parece que estás rompiendo algo que podrías haber comprado en Garbarino”, fantasean desde el sitio web de la sala), una impresora y/o varias botellas de vidrio cuesta entre 6.000 y 32.000 pesos, según el tamaño del televisor y la cantidad de botellas a destrozar. Y, para protegerse de las esquirlas, la empresa provee un equipamiento completo que incluye un mameluco, guantes y casco de seguridad. No vaya a ser que uno termine herido y más estresado que cuando llegó.
