El desayuno es una de las comidas más importantes del día, aunque recientemente nuevas investigaciones ponen el foco en algo que hasta ahora no tenía tanto protagonismo: la hora exacta en la que se consume.
En un contexto donde cada vez más personas buscan mejorar su salud metabólica y controlar su peso, el horario del desayuno parece jugar un papel clave, según la ciencia. Y la respuesta ya no depende solo del hambre, sino de los ritmos internos del cuerpo.
¿En qué horario conviene desayunar?
Según explicó la nutricionista estadounidense Samantha Cassetty, comer la primera comida del día antes de las 8:30 de la mañana tiene múltiples beneficios. ¿La razón? A esa hora, el cuerpo está más receptivo a los alimentos debido al ritmo circadiano, ese “reloj interno” que regula funciones como la digestión, el sueño y la producción hormonal.
Esto significa que, durante las primeras horas del día, nuestro organismo procesa mejor los carbohidratos y utiliza la insulina de forma más eficiente. El resultado: niveles de azúcar en sangre más estables, mayor energía sostenida y menor riesgo de antojos o excesos a lo largo del día.
¿Qué pasa si desayuno más tarde?
Aunque muchas personas postergan el desayuno hasta pasadas las 9 o incluso más tarde, diversos estudios advierten que esto podría estar asociado a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. La relación entre el horario de la primera comida y la salud del corazón está en plena investigación, pero los primeros datos ya son contundentes: cuanto más temprano se desayuna, menor es la probabilidad de desarrollar ciertos factores de riesgo, como niveles altos de triglicéridos o glucosa.
¿Y si no tengo hambre a esa hora? En esos casos, la nutricionista aconseja revisar el horario de la cena: comer muy tarde por la noche puede quitar el hambre a la mañana siguiente. Una opción para solucionarlo es adelantar la última comida del día y dejar pasar al menos dos horas antes de acostarse.
¿Qué incluir en el desayuno ideal?
Además del horario, la calidad del desayuno también es clave. Un desayuno balanceado debería incluir:
- Proteínas (como huevos, yogur o proteína en polvo): esenciales para la reparación muscular y la saciedad.
- Fibra (frutas, semillas, avena): mejora la digestión y prolonga la sensación de llenura.
- Grasas saludables (palta, frutos secos): aportan energía y ayudan a absorber nutrientes.
Por el contrario, se recomienda evitar los carbohidratos refinados, como cereales con azúcar, tostadas blancas o panificados industriales, ya que generan picos de azúcar en sangre que luego caen bruscamente, provocando cansancio y más hambre.
